Dicen que es un mito, que todo es psicológico pero
os aseguro que es real y la estoy viviendo ahora mismo.
Cuando sonó el despertador después de tres fantásticas
semanas; en las que ya ni recordaba el sonido de éste, recordé todas las
maldiciones del mundo, sabía que debía desperezarme, caminar hasta la ducha,
sabiendo que el tiempo desde que suena mi enemigo hasta que supuestamente he de
salir de casa es muy limitado, demasiado diría yo; pero intento dormir lo
máximo posible.
Pero sin pensarlo de un brinco salgo de la
habitación y me encierro en el baño, dejo caer la ropa al suelo de cualquier
manera y abro el grifo. Si tengo suerte, mi hijo no habrá cambiado de posición
los mandos y no empaparé medio baño y sobretodo mi cara despertándome de golpe.
Ya que mi querido costi (como lo llamaba mi abuelo; ¿Dónde está tu media
costilla? Y se quedó hace muchos años en costi) en su día quiso comprarse un
panel de ducha con varias posiciones efecto lluvia, efecto spa… una cutrada que
yo no utilizo, pero que mi enano con solo cuatro años disfruta como un loco. En
fin que me voy por los cerros de Úbeda.
Total salgo de la ducha sin ningún ápice de
sueño a la vista, me desenredo el pelo, ¿Quién dijo, que suerte… que liso
tienes el pelo? Y una leche, me peleo con el peine para quitar los nudos que se
crean cada vez que me lo lavo y cuando a la vista no hay ninguno, me siento en
el wc, o si, es lo menos glamuroso del mundo pero me niego a estar más de diez
minutos de pie con la cabeza bocabajo, a riesgo de relajarme tanto y darme una
leche contra el lavamanos.
Como el anuncio de pantene levanto la cabeza, mi cabello, suave y liso la sigue. Me miro al espejo, termino de
ponerme con los dedos la melena es su sitio y me voy a vestir.
Ahora es cuando más me arrepiento de ir a
trabajar, camisetas de escote descartadas (me encantan, sobre todo cuando me
mira mi costi el escote, oh si lo reconozco disfruto sabiendo que se deleita
con éste jajajaj) Pantalón de pinza o como mucho un chino básico, siempre
funciona para ir decente y discreta. Miro el cajón pero nada me llama, levanto
la camiseta miro la de debajo, la otra, la otra cuando me he dado cuenta de que
he revuelto el cajón, pero no pienso ponerme a arreglarlo ya se hará cuando
vuelva. Por fin mis ojos divisan una blanca con un escote abotonado que puedo
cerrar mientras trabajo y en cuanto salga dejarlas al aire. Bien ya está todo,
me visto en un minuto escaso me miro al espejo para comprobar que voy bien.
Y como rutina cojo las llaves del coche,
compruebo llevar el dinero mínimo para desayunar y alguna urgencia, o en su
caso la tarjeta del banco, me cuelgo el portátil en el hombro, acordándome de
muchos mientras este desequilibra mi columna vertebral, y lo más importante del
mundo mundial el móvil, sin él no soy nada, pero aún no he cogido todo cargada
como una mula voy al baño cojo la ropa que dejé en el suelo y la cojo como
puedo para llevarla al cubo de la ropa sucia que esta de camino a la salida.
Pues nada doy un casto beso en la mejilla a mi
peque que casi despierto, y como lo haga mi costi sí que se va a enfadar, le
doy otro a él, en los labios intentando molestarle lo máximo posible y comienza
la carrera. Preparados listos ya…
Miro la hora y me he pasado diez minutos de la
hora, nunca fallo… Así que no hay más remedio, bajo las escaleras lo más rápido
posible, y cuando llego a la puerta de la calle intento recordar donde aparqué
el coche, después de dos minutos de confusión, lo recuerdo arriba a la derecha
(si si esta es nuestra forma de recordar donde está el coche) camino a toda
prisa casi sin mirar a nadie, si veo algún vecino, un holaaaaa pasante al igual
que mi cuerpo apenas pueden oír y ver.
Pulso el mando y se abre el coche, dejo el portátil
detrás de mi asiento, el bolso en el asiento del copiloto y mi móvil que no se
ha movido de mi mano en ningún instante descansa en el hueco del salpicadero.
Enciendo el coche meto primera y salgo mirando que no se cruce nadie y
comencemos mal el día. Y como si el coche fuera el coche fantástico que tiene
vida propia va solo, porque yo estoy pensando en mis cosas, normalmente en lo
último que escribí anoche y en lo que continuará.
Sigo conduciendo escuchando los 40
principales, oh sí soy adicta a esa emisora, lo reconozco. Me adentro en el
tráfico de la ronda (la autopista que va por la costa, para los que no son de Barcelona),
que gracias a ser agosto el tráfico es fluido, apenas inexistente y un gritito
salé de mi garganta, uno muy agudo y satisfactorio al saber que no voy a llegar
tarde. E intento acelerar para llegar al
parquin de mi empresa.
Aparco de una sola maniobra, y lo sé soy buena
conduciendo, no necesito que nadie me lo diga, modestia aparte, rebusco en el
bolso, mientras pongo el parasol, apago el coche, abro la puerta, me cuelgo el portátil,
cojo el teléfono, cuelgo de mi cuello la tarjeta de personal, y la carrera
continúa, aún he de pasar por el torno; supuestamente nadie lo mira pero no seré
yo la que lo compruebe por llegar tarde.
Saludo a todo el mundo que no dejan de
repetir ¿Ya? ¿pero cuantos días has cogido? Y contesto tres semanas a desgana porque yo soy la primera que desearía estar
en mi camita despertar con mi Colacao y escribir, o hacer lo que me venga en
gana.
Cuando por fin logro llegar a mi mesa, dejo el
bolso, el móvil, monto el portátil lo arranco y abro la aplicación de correo
electrónico, mis ojos van a salirse de las cuencas, cuando me levanto hacia la máquina
de café; el cual no me gusta, pero necesito respirar hondo para asumir que me
esperan más de cuatrocientos emails sin leer, cada uno de ellos espera mi
contestación, y en muchos de los asuntos la palabra urgente se repite.
Y que no es urgente después de tres semanas,
vuelvo a mi sitio e intento que el día pase lo antes posible sintiéndome frustrada,
porque no me ha tocado el euro millón y he tenido que volver al trabajo.
Esto es la depresión post-vacacional, la que
aún perdura en la segunda semana de reincorporación laboral.
PD: Ahora viene cuando explico que es una parodia del primer día, y que nadie se sienta ofendido. Soy consciente de la situación de desempleo.